
NO ES UN CAMPEÓN NORMAL
San Antonio, el bajo perfil, la capacidad de reinventarse, la idea de juego y la búsqueda de jugadores en todo el mundo.
David Ferrara, @davidferrara35
No es un equipo normal San Antonio. Tampoco es un campeón normal. Al menos no en la NBA. Es un conjunto que eligió desafiar los estándares y costumbres que hicieron grande a la mejor liga del mundo. San Antonio no tiene glamour, cuenta con enormes jugadores pero no con estrellas. Los Spurs apuestan al colectivo por sobre lo individual, hablan de valor y no de dinero, priorizan lo humano y la capacidad de adaptación a los roles por encima de los egos.
No son simpáticos, no son marketineros, no son hechos a medida del rating televisivo. Al menos no en el que es su mundo, la NBA.
Pero ganaron. Por cansancio o convencimiento derrotaron por goleada y contundencia al estilo yanqui, jugando un básquet colectivo, inteligente, solidario y efectivo que nace desde su entrenador Gregg Popovich (el de mayor permanencia en un cargo de todos los deportes profesionales de Estados Unidos) pero que tiene en su gerente RC Buford una pieza clave apoyando al DT y fichando en todo el mundo. No es casualidad que el juego de los de Texas sea similar al que se practica en la FIBA y no al estilo NBA. Tiene un argentino (Ginóbili), dos franceses (Parker, Diaw), un brasileño (Splitter), dos australianos (Mills y Baynes), un italiano (Belinelli), un canadiense (Joseph), un nativo de Islas Vírgenes (Duncan) y sólo cuatro estadounidenses (Ayres, Green, Leonard y Bonner) que no parecen jugadores estadounidenses. Y como si algo faltara, hay un asistente neocelandés (Marks) y otro nigeriano (Udoka).
Frente a Miami hicieron gala de su personalidad, de su enorme trabajo en equipo y tuvieron su redención tras el golpe del año pasado. Una temporada completa planeando la revancha, repasando los fatídicos errores de aquel juego seis y soñando con el éxito. Fueron cinco juegos en la que la estrategia y la ejecución de San Antonio se comió al monstruoso LeBron James, se devoró a la que parecía ser la nueva dinastía de la NBA. Es que San Antonio también escapa a esa máxima de equipos que ganan a repetición marcando una era (Boston, Chicago, Lakers, Detroit, este Miami o el mismísimo Houston). Porque los Spurs nunca repitieron en temporadas consecutivas y su historia grande se escribe desde aquel 1999 hasta este 2014, con 15 años del primero al quinto título y siete del cuarto al último. Estaban viejos y terminados para muchos, pero supieron renovarse poco a poco, siempre peleando arriba y sin negociar a sus pilares, esta vez sin números altos en el draft, buscando jugadores por el mundo o con agudo ingenio. Porque el MVP de hoy es Leonard, el tercer jugador más joven (22) en ganar el premio detrás de Magic Johnson o del mismísimo Duncan cuando llegó como el mejor universitario en 1999. Es que Leonard, Green y compañía corren con la misma suerte de Manu, Splitter o Parker. Llegaron como jugadores desconocidos para el público de la NBA. Y se ganaron todo en la cancha. Leonard es uno de los pocos MVP de la final que no estuvieron en un Juego de Estrellas ese año.
San Antonio es una gran familia en la que los chicos comienzan a tomar el lugar de los grandes pero la guía es la misma y los valores no se negocian.
Quedarán los números, que ponen a Ginóbili como el tercer mejor triplero de los playoffs de la NBA superando a Kobe Bryant, a Duncan como el de mayor cantidad de dobles dobles en playoffs o al trío que forman con Parker como el más ganador de la historia de la postemporada. A Duncan como el único jugador que ganó títulos en tres décadas diferentes con el mismo equipo y muchos detalles más.
Quedarán los videos para recordar y analizar las razones tácticas de una victoria contundente y las labores individuales que realzan lo colectivo.
Quedará la emoción de ver a un argentino en este sitial. Sí, recién aquí en el fondo del texto se nombra a Manu Ginóbili en párrafo exclusivo, porque el bahiense es parte importante de un todo, pero si su talento y perseverancia lo hicieron enorme, su identificación y congruencia con la filosofía de San Antonio lo terminaron de convertir en lo que es: el mejor deportista salido de una tierra repleta de notables representantes. Discusiones al margen, Ginóbili es el niño mimado del mejor equipo de la NBA, uno de los héroes de un equipo que hizo historia, el ejemplo del jugador con personalidad pero sin ego (siempre aceptó ser suplente), el primer argentino que entrará al Salón de la Fama de la NBA y estandarte de lo que Popovich pretende de un jugador dentro y fuera de la cancha.
En el duelo final fue determinante para ganar, con la reacción en sus hombros y una volcada que quedará para la historia como si fuera 2004 en lugar de 2014.
Es San Antonio un equipo anormal. Podrán hacer videos, escribir libros y pronunciar millones de palabras, pero es imposible resumir lo logrado por Ginóbili y su equipo. Y lo bueno, es que la historia continúa.
Fuente: www.basquetrosario.com.ar
San Antonio, el bajo perfil, la capacidad de reinventarse, la idea de juego y la búsqueda de jugadores en todo el mundo.
David Ferrara, @davidferrara35
No es un equipo normal San Antonio. Tampoco es un campeón normal. Al menos no en la NBA. Es un conjunto que eligió desafiar los estándares y costumbres que hicieron grande a la mejor liga del mundo. San Antonio no tiene glamour, cuenta con enormes jugadores pero no con estrellas. Los Spurs apuestan al colectivo por sobre lo individual, hablan de valor y no de dinero, priorizan lo humano y la capacidad de adaptación a los roles por encima de los egos.
No son simpáticos, no son marketineros, no son hechos a medida del rating televisivo. Al menos no en el que es su mundo, la NBA.
Pero ganaron. Por cansancio o convencimiento derrotaron por goleada y contundencia al estilo yanqui, jugando un básquet colectivo, inteligente, solidario y efectivo que nace desde su entrenador Gregg Popovich (el de mayor permanencia en un cargo de todos los deportes profesionales de Estados Unidos) pero que tiene en su gerente RC Buford una pieza clave apoyando al DT y fichando en todo el mundo. No es casualidad que el juego de los de Texas sea similar al que se practica en la FIBA y no al estilo NBA. Tiene un argentino (Ginóbili), dos franceses (Parker, Diaw), un brasileño (Splitter), dos australianos (Mills y Baynes), un italiano (Belinelli), un canadiense (Joseph), un nativo de Islas Vírgenes (Duncan) y sólo cuatro estadounidenses (Ayres, Green, Leonard y Bonner) que no parecen jugadores estadounidenses. Y como si algo faltara, hay un asistente neocelandés (Marks) y otro nigeriano (Udoka).
Frente a Miami hicieron gala de su personalidad, de su enorme trabajo en equipo y tuvieron su redención tras el golpe del año pasado. Una temporada completa planeando la revancha, repasando los fatídicos errores de aquel juego seis y soñando con el éxito. Fueron cinco juegos en la que la estrategia y la ejecución de San Antonio se comió al monstruoso LeBron James, se devoró a la que parecía ser la nueva dinastía de la NBA. Es que San Antonio también escapa a esa máxima de equipos que ganan a repetición marcando una era (Boston, Chicago, Lakers, Detroit, este Miami o el mismísimo Houston). Porque los Spurs nunca repitieron en temporadas consecutivas y su historia grande se escribe desde aquel 1999 hasta este 2014, con 15 años del primero al quinto título y siete del cuarto al último. Estaban viejos y terminados para muchos, pero supieron renovarse poco a poco, siempre peleando arriba y sin negociar a sus pilares, esta vez sin números altos en el draft, buscando jugadores por el mundo o con agudo ingenio. Porque el MVP de hoy es Leonard, el tercer jugador más joven (22) en ganar el premio detrás de Magic Johnson o del mismísimo Duncan cuando llegó como el mejor universitario en 1999. Es que Leonard, Green y compañía corren con la misma suerte de Manu, Splitter o Parker. Llegaron como jugadores desconocidos para el público de la NBA. Y se ganaron todo en la cancha. Leonard es uno de los pocos MVP de la final que no estuvieron en un Juego de Estrellas ese año.
San Antonio es una gran familia en la que los chicos comienzan a tomar el lugar de los grandes pero la guía es la misma y los valores no se negocian.
Quedarán los números, que ponen a Ginóbili como el tercer mejor triplero de los playoffs de la NBA superando a Kobe Bryant, a Duncan como el de mayor cantidad de dobles dobles en playoffs o al trío que forman con Parker como el más ganador de la historia de la postemporada. A Duncan como el único jugador que ganó títulos en tres décadas diferentes con el mismo equipo y muchos detalles más.
Quedarán los videos para recordar y analizar las razones tácticas de una victoria contundente y las labores individuales que realzan lo colectivo.
Quedará la emoción de ver a un argentino en este sitial. Sí, recién aquí en el fondo del texto se nombra a Manu Ginóbili en párrafo exclusivo, porque el bahiense es parte importante de un todo, pero si su talento y perseverancia lo hicieron enorme, su identificación y congruencia con la filosofía de San Antonio lo terminaron de convertir en lo que es: el mejor deportista salido de una tierra repleta de notables representantes. Discusiones al margen, Ginóbili es el niño mimado del mejor equipo de la NBA, uno de los héroes de un equipo que hizo historia, el ejemplo del jugador con personalidad pero sin ego (siempre aceptó ser suplente), el primer argentino que entrará al Salón de la Fama de la NBA y estandarte de lo que Popovich pretende de un jugador dentro y fuera de la cancha.
En el duelo final fue determinante para ganar, con la reacción en sus hombros y una volcada que quedará para la historia como si fuera 2004 en lugar de 2014.
Es San Antonio un equipo anormal. Podrán hacer videos, escribir libros y pronunciar millones de palabras, pero es imposible resumir lo logrado por Ginóbili y su equipo. Y lo bueno, es que la historia continúa.
Fuente: www.basquetrosario.com.ar